Jane Yager
En el estado de Baja Sajonia, al noroeste de Alemania, los controles y cacheos aleatorios de los musulmanes que acuden a rezar a las mezquitas es una imagen habitual. Una ley de 2003 permite estos controles con la intención de combatir el terrorismo yihadista dentro de este estado federal, pero ahora su parlamento está debatiendo su validez forzado por las repetidas denuncias de los musulmanes alemanes.
Como consecuencia del atentado frustrado del día de Navidad a bordo de un avión a Detroit, los países a ambas orillas del Atlántico han puesto el foco de atención dentro de sus propias fronteras donde se podrían reclutar o radicalizar potenciales terroristas. Pero en una parte de Alemania, el fuerte control sobre las mezquitas y los cafés frecuentados por musulmanes no es sólo una cuestión de actualidad, sino que es un procedimiento habitual de la policía desde hace años. Esta política de seguridad, denunciada por los musulmanes alemanes, no ha producido hasta la fecha ninguna detención relacionada con supuestos terroristas.
En la Baja Sajonia, un estado al noroeste de Alemania, los fieles musulmanes que acuden a los servicios del viernes se encuentran al llegar a la mezquita, de manera rutinaria, la calle acordonada y con policías armados. Quienes entran o salen del templo deben mostrar sus documentos de identidad. En algunas ocasiones la policía revisa los bolsos, hace preguntas o se lleva a quienes no tienen papeles a la comisaría del distrito. Los agentes han llegado a estampar un sello en el brazo de los musulmanes después de registrarles.
En estos controles aleatorios la policía no busca ninguna persona específica o investiga algo en particular, sino que actúa al amparo de una ley estatal de 2003 que les permite interrogar y cachear a ciudadanos en lugares públicos a fin de evitar delitos “graves e internacionales”.
“La policía dice que nos está protegiendo de los terroristas”, dice Avni Altiner, responsable regional de la organización de defensa de los musulmanes Shura. “Pero no nos sentimos protegidos. Nos sentimos discriminados y degradados”. La creciente irritación de los musulmanes por los controles en las mezquitas llegó a tal punto que en agosto pasado saltó a la prensa de Berlín y Estambul. En diciembre, el Partido Verde introdujo en el parlamento de la Baja Sajonia una propuesta legislativa para revocar la norma que legaliza esos controles.
“Los musulmanes están siendo tratados como sospechosos”, asegura la diputada del Partido Verde Filiz Polat, una de los defensoras de la petición de revocación. Ella es una más del creciente grupo de voces críticas que argumentan que los controles aleatorios van en contra de la libertad de religión, perjudican los esfuerzos para integrar a los inmigrantes en la sociedad alemana y alimentan sentimientos de persecución que podrían radicalizar a los jóvenes musulmanes. Y todo ello sin que se hayan conseguido resultados visibles para luchar contra el terrorismo.
Según unos datos divulgados a petición de Polat, tras seis años de controles regulares en las mezquitas, sólo se han producido detenciones y cargos por visados de residencia caducados, multas de tráfico y armas sin permiso, pero nada relacionado con el terrorismo. Para los musulmanes y el Partido Verde, eso poco tiene que ver con "graves delitos internacionales".
Pero la presión para poner fin a los controles está encontrando resistencia por parte de las autoridades, que los definen como medidas antiterroristas necesarias y efectivas. El ministro de Interior regional Uwe Schünemann, de la Unión Demócrata Cristiana de centro derecha, encargado de supervisar los controles en las mezquitas, asegura que “han demostrado ser una fórmula valiosa para adquirir datos sobre el terrorismo islamista”.
Según Schünemann, la lista de cargos es secundaria frente al efecto “preventivo” de los controles: han aportado a los servicios de inteligencia datos sobre potenciales actividades terroristas y han limado el tono de los sermones de los imanes. Schünemann está convencido de que los grupos terroristas internacionales son activos en la Baja Sajonia. Un grupo de musulmanes arrestados por planificar ataques con bombas en la cercana región de Sauerland en 2007 tenía lazos con la Baja Sajonia, según ha explicado un portavoz del ministro. El ministro del Interior se muestra especialmente inquieto respecto a los imanes que se dirigen a los 200.000 musulmanes que hay en el estado. En 2008, Schünemann planteó que los imanes fuesen formados por universidades y paneles de asesoramiento “liberales”, en lugar de organizaciones religiosas musulmanes, y pidió que diesen los sermones exclusivamente en alemán.
En una de las mezquitas más controladas por la policía, en Braunschweig, sus fieles dicen estar hartos de ser tratados como criminales por el solo hecho de acudir a los servicios religiosos. “Estamos en medio de un barrio residencial”, se lamenta Amra Dumanjic. Para ella, que sus vecinos vean a los coches patrulla bloqueando la calle y a una docena de agentes en la puerta del templo, “es humillante”.
Los fieles de la mezquita rezan en árabe, pero entre ellos charlan fundamentalmente en alemán. Muchos de los que acuden al templo son profesionales con un alto nivel de estudios (profesores, ingenieros, médicos) que llegaron a Braunschweig para formarse en su universidad. Se describen como “muy trabajadores, contribuyentes, miembros normales de la sociedad alemana”. Pero con los controles, han empezado a preocuparse. Han hecho lo que Alemania les ha pedido (aprender el idioma y trabajar duro), pero todavía tienen que enfrentarse a la limitada voluntad de la sociedad para dejar espacio a su fe.
“Les decimos a nuestros hijos que este es su país, que todo el mundo es igual aquí”, dice el líder de la mezquita, Adel el Domiaty. “Pero después se encuentran tratados de un modo que no lo confirma, y empiezan a pensar de otro modo. La integración tiene que ser un esfuerzo mutuo, en el que tienen que participar las dos partes”.
La legislación que esta siendo debatida actualmente en Baja Sajonia revocaría la ley de 2003 que autoriza controles en las mezquitas sin la obligación de aducir un motivo concreto. Tal y como lo ve Altiner de la organización Shura, de esa decisión depende el futuro de la integración de la comunidad musulmana: "[Baja Sajonia] tiene que tomar una decisión: ¿quieren integrar a los musulmanes o quieren que estos controles hagan que los musulmanes jóvenes pierdan su confianza en el Estado y la Policía?"
Como consecuencia del atentado frustrado del día de Navidad a bordo de un avión a Detroit, los países a ambas orillas del Atlántico han puesto el foco de atención dentro de sus propias fronteras donde se podrían reclutar o radicalizar potenciales terroristas. Pero en una parte de Alemania, el fuerte control sobre las mezquitas y los cafés frecuentados por musulmanes no es sólo una cuestión de actualidad, sino que es un procedimiento habitual de la policía desde hace años. Esta política de seguridad, denunciada por los musulmanes alemanes, no ha producido hasta la fecha ninguna detención relacionada con supuestos terroristas.
En la Baja Sajonia, un estado al noroeste de Alemania, los fieles musulmanes que acuden a los servicios del viernes se encuentran al llegar a la mezquita, de manera rutinaria, la calle acordonada y con policías armados. Quienes entran o salen del templo deben mostrar sus documentos de identidad. En algunas ocasiones la policía revisa los bolsos, hace preguntas o se lleva a quienes no tienen papeles a la comisaría del distrito. Los agentes han llegado a estampar un sello en el brazo de los musulmanes después de registrarles.
En estos controles aleatorios la policía no busca ninguna persona específica o investiga algo en particular, sino que actúa al amparo de una ley estatal de 2003 que les permite interrogar y cachear a ciudadanos en lugares públicos a fin de evitar delitos “graves e internacionales”.
“La policía dice que nos está protegiendo de los terroristas”, dice Avni Altiner, responsable regional de la organización de defensa de los musulmanes Shura. “Pero no nos sentimos protegidos. Nos sentimos discriminados y degradados”. La creciente irritación de los musulmanes por los controles en las mezquitas llegó a tal punto que en agosto pasado saltó a la prensa de Berlín y Estambul. En diciembre, el Partido Verde introdujo en el parlamento de la Baja Sajonia una propuesta legislativa para revocar la norma que legaliza esos controles.
“Los musulmanes están siendo tratados como sospechosos”, asegura la diputada del Partido Verde Filiz Polat, una de los defensoras de la petición de revocación. Ella es una más del creciente grupo de voces críticas que argumentan que los controles aleatorios van en contra de la libertad de religión, perjudican los esfuerzos para integrar a los inmigrantes en la sociedad alemana y alimentan sentimientos de persecución que podrían radicalizar a los jóvenes musulmanes. Y todo ello sin que se hayan conseguido resultados visibles para luchar contra el terrorismo.
Según unos datos divulgados a petición de Polat, tras seis años de controles regulares en las mezquitas, sólo se han producido detenciones y cargos por visados de residencia caducados, multas de tráfico y armas sin permiso, pero nada relacionado con el terrorismo. Para los musulmanes y el Partido Verde, eso poco tiene que ver con "graves delitos internacionales".
Pero la presión para poner fin a los controles está encontrando resistencia por parte de las autoridades, que los definen como medidas antiterroristas necesarias y efectivas. El ministro de Interior regional Uwe Schünemann, de la Unión Demócrata Cristiana de centro derecha, encargado de supervisar los controles en las mezquitas, asegura que “han demostrado ser una fórmula valiosa para adquirir datos sobre el terrorismo islamista”.
Según Schünemann, la lista de cargos es secundaria frente al efecto “preventivo” de los controles: han aportado a los servicios de inteligencia datos sobre potenciales actividades terroristas y han limado el tono de los sermones de los imanes. Schünemann está convencido de que los grupos terroristas internacionales son activos en la Baja Sajonia. Un grupo de musulmanes arrestados por planificar ataques con bombas en la cercana región de Sauerland en 2007 tenía lazos con la Baja Sajonia, según ha explicado un portavoz del ministro. El ministro del Interior se muestra especialmente inquieto respecto a los imanes que se dirigen a los 200.000 musulmanes que hay en el estado. En 2008, Schünemann planteó que los imanes fuesen formados por universidades y paneles de asesoramiento “liberales”, en lugar de organizaciones religiosas musulmanes, y pidió que diesen los sermones exclusivamente en alemán.
En una de las mezquitas más controladas por la policía, en Braunschweig, sus fieles dicen estar hartos de ser tratados como criminales por el solo hecho de acudir a los servicios religiosos. “Estamos en medio de un barrio residencial”, se lamenta Amra Dumanjic. Para ella, que sus vecinos vean a los coches patrulla bloqueando la calle y a una docena de agentes en la puerta del templo, “es humillante”.
Los fieles de la mezquita rezan en árabe, pero entre ellos charlan fundamentalmente en alemán. Muchos de los que acuden al templo son profesionales con un alto nivel de estudios (profesores, ingenieros, médicos) que llegaron a Braunschweig para formarse en su universidad. Se describen como “muy trabajadores, contribuyentes, miembros normales de la sociedad alemana”. Pero con los controles, han empezado a preocuparse. Han hecho lo que Alemania les ha pedido (aprender el idioma y trabajar duro), pero todavía tienen que enfrentarse a la limitada voluntad de la sociedad para dejar espacio a su fe.
“Les decimos a nuestros hijos que este es su país, que todo el mundo es igual aquí”, dice el líder de la mezquita, Adel el Domiaty. “Pero después se encuentran tratados de un modo que no lo confirma, y empiezan a pensar de otro modo. La integración tiene que ser un esfuerzo mutuo, en el que tienen que participar las dos partes”.
La legislación que esta siendo debatida actualmente en Baja Sajonia revocaría la ley de 2003 que autoriza controles en las mezquitas sin la obligación de aducir un motivo concreto. Tal y como lo ve Altiner de la organización Shura, de esa decisión depende el futuro de la integración de la comunidad musulmana: "[Baja Sajonia] tiene que tomar una decisión: ¿quieren integrar a los musulmanes o quieren que estos controles hagan que los musulmanes jóvenes pierdan su confianza en el Estado y la Policía?"
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